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Dice el diccionario que la geometría es el estudio de las propiedades y de las medidas de las figuras en el plano o en el espacio. Ciudades, barrios, calles, plazas e incluso nuestros hogares encajan adecuadamente en esta definición, ampliándola al concepto de geometría urbana.

El paisaje urbano es pura geometría, donde arquitectura, geografía, ingeniería civil, sociología, demografía, economía y otras disciplinas se relacionan entre sí para ordenar y dimensionar los espacios. De hecho, cuando contemplamos el paisaje urbano, basándonos en la propia definición de geometría, es fácil observar que éste se descompone en innumerables figuras geométricas (rectángulos, cubos, curvas, elipses, etc.) que, en su conjunto, son las que consiguen darle forma, haciéndolo diferente a otros lugares y dándole una personalidad única que permite al observador poder definirlo y atribuirle ciertos valores (épocas, estilos, voluntades, etc.).

Nuestras ciudades y nuestros barrios son la suma de figuras geométricas que han sido pensadas y repensadas en función de las necesidades, usos, diseño y ordenación del espacio de una época determinada, siempre a través de un profundo conocimiento del medio físico, social y económico y, claro está, en función del modelo de ciudad, de barrio o de zona urbana que se ha querido proyectar.

Pero, muchas veces aquello que se proyectó y nació con una finalidad, aquello que tuvo un encaje perfecto en el plano y el espacio, con un uso y función determinados, aquello deriva en algo esencialmente distinto, en algo no sólo diferente en cuanto a funcionalidad, sino en cuanto a su integración en el paisaje y en nuestras vidas. Ejemplos hay muchos. Ocasiones de observarlos y presenciarlos tenemos casi cada día, pero el estrés, el acelerado ritmo de vida y el dinamismo y complejidad de las ciudades hacen que muchas veces ni siquiera nos detengamos a observar las formas y figuras que nos rodean, y mucho menos que tomemos conciencia de su pasado, de su presente y de la función representativa de las realidades y épocas que por sí mismas encarnan.

¿Cuántas veces hemos oído eso de “yo vivo en Barcelona pero nunca he visitado la Sagrada Família”? ¡Muchas! ¡Es una lástima! Y, lamentablemente, hay que decir que no tan sólo desconocemos nuestros grandes monumentos, sino nuestras ciudades, nuestras calles, nuestros pequeños rincones, nuestros edificios, etc. Vivimos, la mayor parte del tiempo, en una desconexión absoluta con el entorno, sin darnos cuenta de lo que éste nos aporta y de cómo nos hace sentir en casa.

¡Lo sabemos! Faltan horas, momentos, tiempo,… Pero, ¿no creéis que deberíamos reservar nuestras agendas para ello, así como hacemos para hacer la compra, ir al gimnasio, quedar con los amigos, etc.? ¡Pues, claro que sí! Y es que, de vez en cuando, deberíamos hacer el ejercicio de detenernos, abrir la mente y observar con detalle nuestro entorno, como si fuéramos turistas o visitantes en un lugar nuevo, para así sorprendernos de todo lo que día a día éste nos ofrece y no llegamos ni a apreciar. Para saborear a cada paso cada huella del lugar, como bien describe esta fantástica poesía de Pepita Castellví, titulada «Petjades».

«Al capdevall del dia
no queda res més
que rastres difusos, senyals
d’intangibles presències
que s’amaguen en la nit.
Records, reflexos de llum.
Memòries anònimes
perdudes sobre l’asfalt.
Restes efímeres
de la presència dels que
seguien el mateix camí
que el nostre
i que formen un univers
de petjades, curtes petjades
i que tant mateix
perduren a través del temps»

Os aseguramos que el mejor modo para hacerlo es buscar la excusa de algún evento y calendarizarlo en nuestras agendas. Por ejemplo, en nuestro caso particular, programamos en la agenda el 48h Open House Barcelona que tuvo lugar el fin de semana del 27-28 de octubre, concretamente algunas de las visitas que se hacían en nuestro barrio, Sant Andreu de Palormar. Y las hicimos. Fue una fantástica experiencia, donde descubrimos y aprendimos aquellas cosas que inconscientemente han hecho que lo llamemos “nuestro barrio”. Conocimos, entre otras muchas cosas que la geometría urbana de Sant Andreu responde a su historia, a sus cambios y a sus gentes. Comprobamos que su encantador núcleo antiguo, de casitas bajas, plazas y calles peatonales de su época rural abraza  su momento de evolución industrial, del que la Fabra i Coats es el máximo exponente, transformando la arquitectura de su alrededor en función de las necesidades y costumbres de las gentes que llegaron al barrio en esa época para dejar una huella geométrica diferente y significativa, que queda latente en el diseño racionalista y funcional de las viviendas de la Casabloc o en el maravilloso edificio del Canódrom, símbolo de modernidad arquitectónica  (premio FAD 1963) a la vez que lugar de ocio y apuestas a modo de versión modesta de las carreras hípicas. Una sucesión de fusiones de entornos, de nuevos edificios, de nuevos usos que se suman a otros muchos locales, calles, puentes, edificios, etc., hasta llegar a construir el genuino barrio que Sant Andreu es hoy. Un lugar dónde las fábricas ahora son espacios de creación, de asociación o de lectura, donde los pisos de arquitectura racionalista se convierten en museos o, incluso, donde un polémico lugar de apuestas se proyecta como centro de arte. Nuestro barrio, un lugar que deja huella, o como diríamos en catalán, «et deixa una petjada imborrable al cor».

Los viajes son los viajeros. Lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos | Fernando Pessoa

 

3 pensamientos en “Geometría urbana

  1. Disfrutar de la geografia urbana del lugar donde resides siempre es un gozo para la mente, pero es algo que tenemos muy olvidado y que deberiamos poner en practica. Bonito articulo!!

  2. És veritat, moltes vegades no coneixem massa bé ni l’espai, ni les edificacions. ni les cases on vivim. De tant quotidià passem per sobre el paisatje sense «intimar», sense fer-ho nostre. No ens adonem que és queda enganxada a la nostra pell l’essència del lloc que vivim i que nosaltres, també deixem la nostra emprenta pels carrers que trepitjem. Un bon article.

  3. Cuando estamos de visita en un lugar maravilloso y sobretodo novedoso, intentamos grabar en nuestras pupilas absolutamente todos los rincones que encontramos en nuestro camino. Sin embargo cuando la ciudad que observamos en la que nos ve levantarnos cada día, ese sentimiento de novedad se difumina. Barcelona es una ciudad llena de rincones, edificios, olores y colores fabulosos y me encanta que me lo recuerdes en este rinconcito tuyo…

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